DON QUIJOTE Y SANCHO, SOBRE LA FUERZA DE LOS IDEALES


INTRODUCCIÓN


Este texto tiene ya unos meses de creación, cuando leía el Quijote y me encantaba la manera de hablar de los personajes; y me gustaba tanto que tuve que escribir este texto para saber cuánto había entendido este español antiguo, cuánto lo había interiorizado, y como se verá lo hice de manera muy infantil, como un imitador barato de Cervantes, pero no importa, porque no pretendía más. Que se disfrute...

Hallábase Don Quijote prendido en fiebre soñolienta, llevándole su mente a más recónditos parajes de los que frecuentase, que recónditos ya eran. Alucinaciones de caballeros andantes en sufriendo penas, luchando batallas, y en quedando sobre el suelo; y cansábase de la caballería andante por poco tiempo antes de regresar a la consciente idea de no violar las leyes que habíanse instaurado desde la mesa redonda. Mas por la alta fiebre y por la maldad que llegose a cada ser humano por desventuras o como consecuencia de su misma condición, exclamó Don Quijote prosa moribunda en sosteniendo la mano déste, su amigo Sancho:

-Te digo yo, Sancho amigo, que en andares a tierras áridas me has acompañado, que aventuras y desventuras has sabido soportar a mi lado, que obras bien frente a las leyes de caballería pese a tu ignorante condición, que estas leyes, fechas por Dios e instauradas por caballeros de brillante coraza y aguerrido corazón, son perfectas, irónicas en su esencia, errantes en su objetivo... Y no se me acuse de decir esto en dudando de su veracidad, Sancho, sino de la nuestra, de cómo la llama de la justicia a manos del hidalgo Don Quijote de la Mancha, tan fulgurante como deslumbrante en su quehacer, puede su intensidad escurecer el mísero enemigo de la humanidad, el embaucador primero, con artimañas que tratan de engañar su discreción y osadía... Pensar en esto atenúa mi sueño, Sancho ¿Cómo no ser embaucado por las trampas de aquel que engaña con visiones? Por esto, amigo, todo hombre es ligado a su mortalidad, que le escurece la visión y le distrae de lo importante; la justicia, y con ella la caballería andante, la realidad verdadera que la llegada de la muerte quiere ocultarme en estos angustiosos momentos.

Viéndole Sancho en tan mal estado y en percibiendo a su amo con el seso perdido, pero comprendiendo la angustia que este sentía al mirarle a los ojos, acertó a compasión por su amo mostrar con estas palabras:

-Señor, amado por la bella Dulcinea del Toboso, déjeme hacerle entrar en razón y vivificar esa llama de la que explicó prosaicamente denantes. Que la fiebre no le hace sudar solamente la piel, sino la sabiduría y el razonamiento. No se encuentre usted asustado por sentir la escuridad de la que me habla, que, aunque soy un humilde servidor que no se asemeja a vuestra hidalguía, sí mi pequeña llama nublose denantes, pues, como usted ya sabe, la osadía no me visita cuando es menester su estadía, y por lo dicho, en cada aventura a su lado, me nubla de ipso facto, por un corto tiempo, la escuridad denantes dicha. Pero no por eso faltare yo a mi labor de escudero, ni viole yo las leyes de caballería, debido a que soy yo hombre de palabra y no falto a mi labor.

  ¿Se nubla mi llama?




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